viernes, 11 de febrero de 2011

Ahora Solo nos queda barcelona

Fernado Artieda (+) Poeta y periodista por exelencia.
Cuando murió Julio Jaramillo, el poeta ecuatoriano Fernando Artieda escribió un poema describiendo el estado de luto masivo en que entró la ciudad y, por extensión, el Ecuador entero. 
En el poema de Artieda se recrea el impacto que la muerte del ruiseñor de América tuvo en cada rincón, en cada personaje, en cada esquina de Guayaquil. 
Intelectuales y vagos, pobres y más pobres, en fin, como dice Artieda "Miles y miles de zambos, cholos, negras culonas, choros, putas, poetas, asesinos, deportistas, periodiqueros, sinvergüenzas, curas, sableadores, contrabandistas, alcahuetes, pesquisas, estibadores, betuneros y maricas, gentes del pueblo" se volcaron a velar a su dador de alegría, a su ídolo viviente, a su relator de esperanzas. 
Con la muerte de JJ, caía el más bacán de los bacanes.. En su apoteósico velorio de dos días "en el estadio" la ciudad despidió a su "hijo y su machuchín". 
Al final, dice Artieda, en su genial poema -que más parecería una detallada crónica- un borrachito iba por la calle diciendo "¡Ahora sólo nos queda Barcelona, ahora sólo nos queda Barcelona!".  
Cuánta verdad en la frase de ese anónimo borracho, la idolatría popular siempre ha sido reservada para los más grandes, para los más iluminados hijos de esta ciudad.
Para los que han sabido enaltecer su nombre por encima de los odios, de las envidias, de la escasez, de las adversidades, de las premoniciones y los pronósticos perversos. El pueblo ha premiado con su corazón a aquéllos pocos que han sabido darle la alegría que politiqueros y asaltadores de oportunidades les han escamoteado. El pueblo se entregó en cuerpo y corazón a aquéllos que supieron arrancarle una sonrisa, llenarles el pecho de orgullo y despejarles la frente de los cotidianos problemas sin pedir nada a cambio, o sin pedir nada más que el amor recíproco. 
Uno era JJ, el otro, nada más que el Ídolo del Astillero. 
Cuando moría Jaramillo, la ciudad se quedaba huérfana de idolatría y la bella época parecía entrar en decadencia. Pero al final de esa tristeza de masas, más allá de la oscuridad y el aparente abandono en que se sentía el pueblo, aparecía diáfano la figura del otro único ídolo que sobrevivía en la ciudad: el Barcelona Sporting Club. 
Por eso gritaba con razón el borrachito, ahora solo nos queda Barcelona! Porque solo Barcelona quedaba y hasta el día de hoy no hay otra alegría verdadera para la gente que no nazca del equipo amarillo. 
No sólo amarillos del mundo entero se han beneficiado de todo lo bueno que Barcelona irradia, sino hasta aquéllos que lo envidian, lo imitan y luchan por alcanzarlo. Un dirigente quiteño lo dijo el año pasado "lo peor que nos podía haber pasado es que Barcelona no clasifique a la liguilla". Porque no llenamos estadios, llenamos ciudades enteras. 
Sin embargo, largos años de secuestro del club por parte de politiqueros y oportunistas han dejado al pueblo al borde de perder al último de sus ídolos, al último de los detentadores de la identidad guayaquileña, al eslabón entre la Costa y la Sierra, al más lúcido, al más exitoso, al más querido, al más envidiado. 
Los barcelonistas entendimos que La Renovación es el final de esa decadencia demagógica y que se inicia un proceso de retorno a la senda del éxito. 

Ahora solo nos queda Barcelona.....
El compromiso de la nueva dirigencia y los jugadores es inmenso. No es un equipo de fútbol lo que tienen entre sus manos, es toda una institución, es un sentimiento, una pasión. 
Deben comprender que es su responsabilidad sumar nuevos capítulos de gloria al último de los ídolos ecuatorianos, para retomar el sitial que por historia, casta y tradición le pertenecen al último referente de la identidad guayaca.
Solo cuando entiendan la real dimensión de su compromiso, entenderán porqué la hinchada les pide que entreguen hasta el último aliento en cada partido, porque no es aceptable que Barcelona haya sido tratado como lo fue durante los últimos diez años y que, si bien no admitimos fanatismos enfermizos, es innegable que Barcelona sea apenas un equipo de fútbol y que lo que necesitamos de ellos será siempre un poco más de todo lo que han dado antes. 
Si ellos creen que están en un equipo más, que en Barcelona se está por la fama y el reconocimiento, estaremos jodidos. Habrán incomprendido y habrán insultado la más sagrada de las instituciones terrenales y habrán pulverizado el altar del último ídolo ecuatoriano y dejarán al pobre borrachito del poema de Artieda en la más triste y amarga de las incertidumbres, pues después de Barcelona, lo único cierto será que ya nada queda.

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